Descripción
Cuando desaparece alguien cercano una verdad se impone sobre todas las demás: no volverás a tocar a esa persona, si no es en sueños. La desaparición física es lo que tiene, es inevitable. Y es, con diferencia, lo más difícil de asumir. Pero así es, y en adelante y sin remedio, la persona amada pasa a formar parte de un mundo intangible.
Tras la muerte de mi ama, me aposenté en dicho mundo. Paso en él más tiempo que en este. Es como si lo terrenal hubiera perdido interés. Es un mundo despoblado. Lo comparten el alma y el corazón. Mi ama me aparece a la luz del día. De manera tozuda, emana en forma de recuerdo, pensamiento o evocación. Por la noche, ansío que me atrape el sueño con el deseo de que ella me visite, me abrace o me riña una vez más. Y así todos los días. En el mundo intangible todo es niebla, nada es material y no duele la caída. Siempre es diferente. Y porque es intangible habita en él una fuerza inabarcable. Y, lo más importante, todo es real.
He escrito las letras y melodías desde ese lugar. De dónde sino. Con la música como inmejorable compañera de viaje. Intangible, nebulosa y siempre en movimiento. Siempre diferente. Y dueña de una fuerza inabarcable.