Descripción
“No vinimos a este mundo a sufrir”, escribí allá por 1997 en la canción Edari Goxoa. Así lo creía entonces y de igual manera sigo creyendo ahora. A las puertas de completar el primer cuarto de este siglo, en un mundo que avanza hacia una deshumanización creciente y que se desangra con guerras en Europa, Oriente Medio y en incontables rincones olvidados, decidí titular mi nuevo trabajo Mundua Eder. Un mundo bello.
Y es que es en las situaciones más duras cuando la belleza cobra más sentido. Es ahí donde se convierte en poderosa e imprescindible.
Con los años he probado el amargor de la hiel; también el dulzor de la miel. Y, afortunadamente, he aprendido el idioma de las caricias. Pero sé lo que es perder, y soy consciente de que en esa pérdida habita también la belleza.
Es difícil alcanzar la belleza sin antes aceptar que podrías salir herido en el intento. Como la rosa con sus espinas, a la belleza le acompaña un contrapunto incómodo y afilado, sin el cual perdería su sentido.
Porque ella por sí sola no tiene sentido. Somos nosotras y nosotros quienes le damos el significado. Es, sobre todo, una actitud hacia lo que nos rodea: una forma de mirar, de sentir, de vivir.
Yo veo y siento el mundo hermoso, y me gustaría que las canciones que compongo fueran reflejo de ello. Desde que nací, me acompaña un optimismo obstinado, el mismo que hasta hoy ha resistido todos los embates de la oscuridad. Quién sabe lo que deparará el mañana, pero hoy no voy a renunciar a la lucha.
Esta obra pretende mostrar diferentes formas de belleza que no esconden la otra cara de la moneda. Diez canciones, diez miradas, diez emociones. La vida, tal y como es. O, mejor dicho, la vida tal y como yo la siento.